"Ser Diferente no sera fácil pero si muy gratificante"
Un día me vi sentada frente un televisor, mientras veía toda la vida que había más allá de lo que estaba viviendo y no sabría cómo explicar cómo sentía en mi interior, era una inquietud que me hacía agitar la respiración y sentir ansias de porque no podía atreverme a conocer esos lugares.
Creciendo en una ciudad pequeña, tratando de ir por el camino que esa sociedad exigía, mis sueños y mis añoranzas se peleaban con esas ideologías. Me carcomían por dentro y me hacían sentir que necesitaba conocer el mundo.
¿Por qué no podía ser yo esa persona que estaba en París?, ¿por qué no podía ser yo quien conociera Cancún sin que fuera una luna de miel como estaba instruido en la educación que me daban mis padres? "Eres mujer, no puedes ir sola", solo me retumbaba en la mente un “¿qué va decir la gente de ti si sales a cualquier lugar?,¿Qué van a decir tus tíos si no te has casado a tus 26 años?, tu no puedes conocer el mundo sola sin la mano de alguien más.
Yo no estaba dispuesta a someterme a esas reglas, había algo dentro de mí que quería salir a pelear contra esa ideología, a darle otro sentido a la vida que me estaban imponiendo. Yo no vine al mundo a ser una más, a ser una “Señora de…”, yo sabía que era más que eso y necesitaba demostrarlo no sólo a mis padres o a la sociedad, si no a mí misma.
Tan pequeña de estatura que necesitaba que la cuidaran, me enfrenté con cosas más fuertes en mi casa que ni el mismo mundo afuera me enseño. Me levanté contra corriente y contra personas que decían amarme, levanté la cara con fuerza y aunque los golpes de la vida dejan fuertes heridas que a veces son difíciles de sanar, aprendí a llevarlas conmigo y agarrar las fuerzas que nadie creyó que pudiera tener, desde mis entrañas, mi espíritu necesito liberarse.
Conforme pasó el tiempo y con heridas latentes, me armé de valor y decidí abrir mis alas, con el miedo por dentro, aterrada, con todos los fracasos que podía cometer y me aventé hacia el mundo, salir de mi zona de confort para retarme a mi misma que este 1.50 de mujer podría con todo lo que se le pusiera en el camino. Me aferré a la idea de ser libre de espíritu, de ideas, de mis ataduras, liberar mi corazón y aunque me costó lágrimas y miedos, me decidí enfrentarme cara a cara a ellos.
Me educaron para acatar órdenes, cruzar las piernas, ser señorita de casa, salir una vez por semana, comportarme correctamente por el "que dirán", decirme que estar sola es la peor decisión, que ser independiente no sucede en esta sociedad, que mis manos pequeñas jamás me defenderían del mundo y que mis piernas cortas sólo avanzarían por el camino que las demás personas veían bien.
Pero la sorpresa fue que mi destino era diferente y lo iba a transformar y demostrar que mis piernas son bastante fuertes para recorrer cada camino que se me cruzara, que mis manos me sujetan ante cualquier adversidad y me hacen levantarme cuando caigo, que mi fuerza está no en mi estatura si no en mis ganas, que mi libertad vale más que cualquier opinión o cualquier amor tóxico que me asfixie. Que el tiempo a pesar de ser cruel, tiene un poco de compasión y me ha enseñado a ya no sostener las cosas que no me gustan. Que mi respiración se basa en mi liberación y no en el aire que respire. Que mis ojos ven más allá que cualquier paisaje y que las pequeñas cosas siempre son las más importantes.
Aquella sensación de vida que veía en una televisión, la estaba viviendo.
La vida de alguna manera me orilló y me forzó a sacar lo que jamás imaginé que podría hacer o la valentía que tendría, no sólo viajando sola, si no ante la vida, ante la adversidad, en que llorar es bueno pero también sacudir las lágrimas y que esas mismas limpiarían ese daño ocasionado y salir adelante, con el corazón roto, con los sueños muy altos y el autoestima pisoteado, aprendí a ver atrás no con nostalgia, si no con orgullo y aunque en veces no tuviera fuerzas para levantarme y no pudiera más, entendí que si no me paraba sola, nadie más lo haría por mí.
Hay una gran historia detrás de lo que ven, una inmensa necesidad de volar, de ser libre y es por eso que ese respiro lo encontré en la ciudad más caótica, entre millones de habitantes, entre mil historias parecidas a la mía con la misma hambre de salir adelante en un lugar donde nadie me conocía, me encontré a mi misma, aprendí a ser aun MÁS valiente y lo más importante, a atreverme a hacer cosas que en mi lugar de origen jamás hubiera podido atreverme hacer o lograr.
Es por eso que a veces enfrentar los miedos es la mejor recompensa, a hacer las cosas diferentes a lo estipulado, a no ir con la manada y si te equivocas durante el trayecto mínimo tienes la satisfacción de que lo intentaste, que aniquilaste el “hubiera”, porque no hay mejor sentimiento que saber que seguiste TU ideal a pesar de todo y contra TODOS.
Anacaren Gutiérrez F.
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